Todos desean calidez, intimidad y reciprocidad en las relaciones. Al mismo tiempo, la intimidad auténtica como un proceso positivo de autodesarrollo debe distinguirse de la pseudo-intimidad, en la cual hay más pretensión que franqueza y más manipulación que empatía.
Las características más comunes de la pseudo-intimidad son las siguientes:
- tendencia de uno de los socios a pasar la mayoría de las responsabilidades al otro en lugar de asumirlas.
- una diferencia significativa entre lo que se dice y lo que se hace.
- ausencia de confianza mutua entre los socios o una violación consciente y repetida de la confianza por parte de uno de ellos.
- obligaciones unilaterales o incomprensibles en la relación.
- comportamiento egoísta de uno de los socios y falta de respeto hacia los intereses del otro.
- comunicación unilateral (uno de los socios acapara todas las conversaciones o no se le permite decir nada).
- un estilo de comunicación de órdenes, donde uno o ambos socios dan instrucciones y se critican mutuamente por no seguirlas.
- conflictos y discusiones permanentes que consumen mucho tiempo y energía, sin llegar a resolver ningún problema.
Sin embargo, esto no significa que la intimidad auténtica solo sea posible si los socios están completamente tranquilos y unidos. La lealtad y el cuidado hacia la pareja no garantizan necesariamente la felicidad permanente o el acuerdo en todos los asuntos. Por ejemplo, las personas que están muy enamoradas pueden tener momentos en los que se odian, mientras que las personas que sienten ternura entre ellas a veces pueden ser crueles. Esta variedad de sentimientos no indica que no haya intimidad auténtica entre las personas; simplemente muestra que las relaciones íntimas son muy complicadas. Al mismo tiempo, esta complejidad le da a la intimidad su significado principal: una relación única entre dos individuos basada en una mutua absoluta.